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El silencio de esta noche es tan espantoso,
me ensordece como un grito de mandragora
Si te vi por última vez aquella noche y la luna
como tu alma brillaban en el firmamento estrellado...
Yo en silencio como un ataúd guardé los
misterios del pensamiento y escondí mi
expresión facial. Despojado de tu cuerpo
ahora está el recuerdo vivo en mi mente de
esa boca tan malvada, tan llena de conjuros
que atraparon a mi alma desquiciada...
Esos ojos tu mirada temerosa incitando a
mi alma a pecar, reviviendo mis sentidos,
las manos ya cansadas al tocar tu piel.
El vestido blanco que cae por tus caderas
en el manto de la noche en medio de la pradera
a la luz tenue de la la luna, cobijaron nuestros
rostros vueltos al abismo del deseo y la mirada
invadida por la tristeza del saber que sería
aquella despedida.
Así mi lengua traspasó tu alma, mis manos traspasaron
tu piel, se enlazaron nuestras piernas en vacíos pensamientos
penosos.
Al vaivén de tus coqueteos rítmicos y violentos se tronaron hacia
atrás en jadeos y gemidos, nuestros cuerpos... ¡ Pero vi en tu mirar
que sería la última vez que dejaría mis semillas en tu vientre!
arrojé las palabras contra la pared,
aquellas que recité tantas veces a tu oído.
Oh, algún día lo que nos unió hoy nos separa, pero tu y yo
Estamos vueltos al génesis del tiempo,
te lloré en demasía, entre las frías rocas del invierno...
te busqué en escritos y te encontré en mi memoria
Ahora me quedo con el recuerdo perdido en mis escritos,
con el aroma de tu piel, y el sabor de tus caderas....